Era un oscuro día de invierno en Missouri. La pequeña
Sara Cooper volvía de la escuela en su nueva bici, tarareando una canción
mientras iba de camino a su casa del campo.
Como era
habitual, dejó su bicicleta aparcada en el jardín, cogió su lápiz de colores y
su carpeta y tocó la puerta. Nadie contestó. Al ver que estaba entreabierta,
entró.
Aunque Sara
tenía solamente 8 años, enseguida notó que algo no iba bien. Todo parecía
extrañamente siniestro. Fue hacia la sala y se tranquilizó al encontrar a su
padre en el sillón viendo la tele. Se acercó a darle un beso, pero al verlo
cubierto de sangre, empezó a chillar y subió al piso de arriba en busca del
consuelo de su madre. Sara corría por el pasillo y entró en una habitación
oscura y con olor a humedad, donde la encontró tirada en el suelo. En ese
instante, unos fríos ojos azules la
miraron fijamente desde las sombras. Un monstruo de piedra salió y Sara gritó.
Continuará...
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