25 de abril de 2013

De entre las sombras (II): relato de Mikel Unibaso



De esta historia que voy a contar no puedo dar fe, pero lo hago constar en aras de la autenticidad de los hechos que aquí narro.

  Corría el año 1890 en México, en las minas que se encontraban entre las montañas de Calua. Un minero llamado Simon Carter trabajaba en ellas día y noche para poder alimentar a su pobre familia: su mujer y su pequeño Jimmy. Llevaban años en esas minas y sus propietarios (John Mckubin, Aston Wales y Charles Cooper) ya eran muy ricos, pues cada mes encontraban más y más minerales.
 
  Aquel día, como otros muchos, Simon se levantó muy temprano para ir al trabajo. Cuando llegó, se puso su uniforme y lo mandaron solo a las profundidades de las minas para que empezara su labor. Así pues, comenzó a picar y cuando llevaba ya varias horas, se topó con una pared que, al caer, dejó a la vista unos extraños dibujos. Él no sabía qué era, pues no era su labor ser culto, pero se hallaba frente a una gran pirámide maya.

  Cogió su pico y subió a la fábrica donde se encontraban sus jefes. Les contó lo que había visto y los tres bajaron a examinarlo rápidamente. Ellos sí eran cultos, pues todo el dinero conseguido se lo permitía, y enseguida se dieron cuenta de lo que era. Picaron un poco más esa zona para asegurarse de que estaban en lo cierto, y pronto empezaron a salir escalinatas. Realmente era una pirámide maya. Los tres, nerviosos, se pusieron a hablar:

-Esto es un desastre – comentó Aston-. Esta pirámide podría arruinarnos el negocio.
-Si el gobierno se entera nos expropiarán las minas para poder exponérselo a los malditos turistas -añadió John
-Bueno, tranquilos –dijo Charles-. De esto no tiene por qué enterarse nadie, y solo hay una forma de evitar que esto salga a la luz, debemos matarle.


   Esa noche, la familia Carter dormía tranquilamente en su pequeña y lúgubre cabaña. Todos estaban profundamente dormidos y nadie oyó el leve crujir de la madera. Los pasos se dirigieron a la habitación del niño y un grito despertó a Simon. Sobresaltado, salió a ver qué ocurría , pero unas fuertes manos le taparon la boca. Sintió un dolor punzante y, mientras veía cómo oscurecía, oyó a su mujer chillar antes de que la estrangularan en su cama.

  
Continuará...


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