27 de abril de 2013

La leyenda de Johnny Dropp (I): relato de Ekain Basterretxea



  Dicen las lenguas de algunos que en la tranquila ciudad de Northwitch sucedió el caso más extraño que se haya dado en toda la faz de la tierra. Esto ocurrió hace al menos quince años, pero para que podáis comprenderlo hemos de retroceder otros cien años atrás en el tiempo.

  Corría el año 1897 y las guerras eran casi inevitables. La Iglesia estaba en su mejor momento y controlaba casi todo el poder político y administrativo. En una de las calles principales, se encontraba una pequeña ferretería en la que trabajaba Paul Dropp junto con su hijo Johnny, estudiante de medicina que se pagaba la carrera trabajando en la vieja ferretería de su padre.

  Johnny, a diferencia de su padre, no era creyente; pero, como la Iglesia era tan poderosa, lo llevaba en secreto. Aun así, un día decidió contárselo a su padre. Paul no lo podía creer. El hijo al que había cuidado desde pequeñito y al que había educado desde el punto de vista eclesiástico ahora le estaba destapando lo que había estado ocultando durante los últimos años. Era demasiado tarde para intentar enderezarlo por el camino de Dios, así que lo denunció ante la Justicia y ésta lo desterró de por vida.

  Los seres humanos corrientes utilizan únicamente el diez por ciento de su cerebro, pero, tal fue la ira de Johnny, que su cerebro despertó al completo y le dio el poder de teletransportación, además de una mortalidad peculiar, puesto que solo moriría en caso de aparecer en algún lugar vacío al cien por cien.
  
  Volvamos ahora a 1997. La ciudad de Northwitch era tranquila y nadie temía a la muerte repentina, puesto que nadie conocía tal leyenda. En uno de los barrios más conocidos de la ciudad, vivía Steve Cannonway, el ferretero más famoso de la ciudad. Vivía solo en un pequeño piso del barrio puesto que, aun siendo conocido, la ferretería no le daba dinero suficiente para una vida digamos… cómoda. Coleccionaba cuchillos antiguos que enseñaba orgulloso a las visitas.



Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario