29 de abril de 2013

La leyenda de Johnny Dropp (II): relato de Ekain Basterretxea



  Todo comenzó un trece de diciembre. En una de las casas de la periferia de la ciudad, hubo un asesinato tras otro, tras otro... Todos apuntaban que eran unos homicidios como cualquier otro. A excepción de que las víctimas habían sido apuñaladas con un viejo cuchillo oxidado conocido por media ciudad. En efecto, se trataba de uno de los cuchillos de Steve. El inspector que llevaba el caso era firme y sin escrúpulos. Estamos hablando, por supuesto, del inspector Peter McDonald. Tan inflexible que en ocasiones había encarcelado a gente parecida al asesino al que buscaba y los calificaba de estafa a la justicia.

  Steve trabajaba como todos los martes. Súbitamente, una patrulla de policías de los de entonces entró a la ferretería y se lo llevaron a comisaría. Steve estaba anonadado: nunca antes lo había arrestado y menos por un homicidio. Era un habitante completamente limpio y sin antecedentes penales.

  El juez lo dejó en libertad condicional por falta de pruebas, pero le puso un escolta para las veinticuatro horas del día. Y quién iba a ser sino el mismísimo Peter McDonald. A partir de ahí la vida de Steve comenzó a ser un infierno. Peter inspeccionaba cada paso, cada comida, cada palabra, cada respiración. Y le prohibía beber, salir a andar al monte, pasear por el parque y, especialmente, visitar a amigos.

  Además, no hacía más que llamarlo asesino. Así que un día, harto de todo aquello, se presentó en los tribunales y pidió permiso para investigar el caso. Para sorpresa de todos, se lo concedieron y lo primero que hizo fue ir al lugar de los hechos. Entraron en una habitación oscura y húmeda. Allí no había ninguna muestra de ser humano ni animal y dudaba de que fuera una planta la asesina.

  Con todo ello su mente le hizo plantearse la opción paranormal. Fue donde uno de los más ancianos de la ciudad y éste le planteó una historia de destierros y apariciones que el anciano mismo había vivido cuando un joven llamado Johnny había aparecido en su casa hacía ya años. Por suerte para él, aquel Johnny Dropp al que conoció no tenía la fuerza y la experiencia que poseía ahora. En aquel entonces el anciano se había podido defender y, ahora que había regresado, aquel viejo canoso conocía la manera de derrotarlo o al menos de atraparlo.

  Se trataba únicamente de hacerlo aparecer en una sala o habitación vacía con la excepción de que un jarrón debía hallarse en la mitad exacta de la habitación. Con todo ello y a pesar de todas las condiciones impuestas por no se sabe quién, a Steve no le parecía una tarea tan difícil.


Continuará...



No hay comentarios:

Publicar un comentario